Mi
madre me conto una historia hace ya mucho tiempo, acerca de un pueblo escondido
en un valle al otro lado del río, donde su padre y su hermana se quedaron perdidos.
Con
tan solo 5 años un día cualquiera en una finca en la vereda árbol solo, por
allá en los campos del Socorro, la policía detuvo a su padre como quien caza a
un delincuente de alto calibre.
Santander
es tierra de escarpadas montañas, paisajes agrestes y gente rebelde, por lo
que, sin más razones ni explicaciones se lo llevaron para un pueblo perdido
entre las montañas, un sitio alejado e inhóspito que no aparecía ni en los
mapas, a donde no se podía visitar porque ni vías de acceso tenía.
Según
relata su crónica, durante un par de años duró encerrado en ese pueblo, las
condiciones de vida eran tan precarias que se dio sus mañas y se fugó de ese
infierno.
Su
padre, mi abuelo, fue un soldado que peleo en la guerra de los mil días, decía
mi madre que don Antonio Pérez, su padre, no le tenía miedo a nada. Pues el
ruido de las balas que le zumbaban en los oídos al pasar se los había llevado. Además
de tantos muertos y heridos que había visto en dicha guerra lo habían dejado
pasmado.
Por
tal razón, no se aguantó el encierro ni la pasividad que allí pasaba. Se fugó
en la noche y agarró montaña arriba y luego abajo, por donde no había trochas
ni caminos para evitar ser recapturado. Como a los 7 días se apareció por allá
por el campo donde vivía su familia.
Ya
allí con su esposa e hijos les contó algo de lo sucedido, que dizque tenía
lepra y que por eso lo habían capturado y llevado por allá a un sitio
denominado "La Contrata" o "Valle de los Contratos" a donde
las personas recogidas a la fuerza eran llevadas para sentenciarlas al olvido. Con
una incipiente actividad agropecuaria y ganadera se pretendía sostener a mucha
gente que ni trabajar podía, además de los escasos productos agrícolas que se
cultivan, la gente vivía llena de agonía.
Como
mi abuelo era un sobreviviente de la guerra de los mil días, se refugió en el
monte por mucho tiempo para evitar que lo volvieran a atrapar, y por allí
pasaban seguido en su busca, pero siempre los evadía.
Luego
de un par de años lo pillaron otra vez, y de vuelta al pueblo perdido ese, se lo
llevaron junto con una de sus hijas.
Fue
así como nacieron los “cazas leprosos”, quienes se dedicaban a buscar a los
enfermos de lepra y llevarlos ante la policía. Cuando la fuerza pública los
recibía, los mandaba hacía los leprosarios.
Pero
algo que sí se sabía era que quien entraba al leprosorio nunca más volvía a
salir. La única forma de entrar o salir era a través de uno de los siete
retenes militares y policiales que se habían dispuesto para este fin.
Ranchitos
de paja y algunas casitas con tejas de lata era lo que había allí, calles
destapadas sin pobladores y sin nada que hacer por la vida.
Cuenta
mi madre que a sus 11 años la llevaron a visitar a su papá y a su hermana y que
fueron 3 días de recorrer caminos entre el barro y el frío, que cuando llegaron
casi ni los dejan entrar. Dos días después salieron de allá con miedo y sin ganas
de volver.
Eso
sucedió por allá en los años 40 del siglo pasado, cuando murió don Antonio
Pérez, su padre, mi abuelo. Pero su hermana se quedó allí, joven, sola y
enferma. En algunas ocasiones la escuché nombrar, tal vez en alguna fecha
especial.
Recuerdo
que a final de siglo fueron algunos de mis hermanos a visitarla, pues mi tía quien
vivía en Bogotá era algo así como su albacea, o esos decían. Pero ella aún
estaba con vida, pues uno de esos días la trajeron al Socorro, al hospital; ya
muy viejita se veía.
Y,
como ahora me gusta echar pata por todos lados de nuestra bella geografía, como
integrante de un grupo de caminantes fuimos invitados a caminar un par de días
por esas bellas tierras de Guapota, Guadalupe y contrata.
¡Quien
dijo miedo¡, yo no. Pues dije que sí, y a pata, desde el Socorro me fui.
Muy
a las 5 de la mañana del jueves 23 de mayo, desde mi casa salí, rumbo a Palmas
y de allí derechito hasta Guapotá partí. Con el morral al hombro, mi linterna y
mis botas de vaquero para el barro, bien puestas para evitar un mal paso o algo
así.
A las 9:30 a.m., arribé a Guapota, juagado de sudor hasta las botas, con hambre y
un cansancio en las espaldas por el peso del morral y todo lo que para tres días
traía. Luego de acomodar mis corotos en el hotel, me duche y mude mis
vestiduras, y salí al cerro de Monserrate o monumento del Señor de los Milagros,
para dar gracias a Dios por mi aventura y a tomar algunas fotos desde esas
alturas.
Al
día siguiente viernes 24 de mayo, muy de madrugada en el parque con mis
compañeros me vi, ellos llegaron desde el Socorro en bus para participar también
en dicho evento, una caminata desde Guapota a Guadalupe, y al otro día hasta Contratación.
Fue
una travesía muy hermosa, por carretera y potreros y por un viejo camino que se
ha empeñado en no morir, con un poco de agua y barro, hasta la cima subí.
En
Guadalupe hubo un gran recibimiento, con la banda del colegio, el alcalde y un
desfile por el pueblo, muy contento me sentí.
Después
de un buen almuerzo, caminamos hasta un pozo muy sabroso, su nombre lo dice todo, "la Gloria" donde nos metimos unos
cuantos, y a nadar se dijo, para disfrutar del agua tibia que por su cause
fluye quebrada abajo, libre y soberana, porque Dios la hizo así.
El sábado 25 de mayo, también madrugamos. Salimos pasadas las cinco de la mañana,
rumbo a Contratación.
Era
un jurgo de gente, venidos de muchos lugares, pues el día de la virgen María
Auxiliadora se celebraba allí. Con un fuerte arraigo religioso este municipio
se fue levantando solo, debido a que, llegaron diferentes congregaciones
católicas, como los Salesianos.
A
partir del río Suárez comienza un ascenso muy empinado hasta el cerro de María
Auxiliadora, 5 kilómetros marco el podómetro o cuentapasos que en mi muñeca traía,
luego descendí unos cuatro kilómetros hasta el parque del pueblo.
Falta
poco para el mediodía del sábado, son muchas las personas que caminan loma
arriba con el deseo de llegar a tiempo a la misa que se hace en la cima del
cerro de la inmaculada. Es el día de la virgen de “María auxiliadora” mayo 24
de 2024.
El
viento empieza a recorrer las calles del municipio, lentamente el sol se va
escondiendo, el atardecer viene junto con una sensación de tranquilidad y
serenidad, son pocos los ruidos que se oyen por aquí.
Se
cuenta que cerca del Río Suárez, aparece una mujer vestida de blanco, llorando
desconsoladamente por la pérdida de sus hijos. Esto, porque a muchas personas
les quitaron a su hijos e hijas para llevárselas de Contrata hacia otros
pueblos. Y en aquellas épocas de mi abuelo, la gente no podía pasar del rio sin
meterse en serios problemas.
El
cerro de María Auxiliadora vigila a la población de Contratación, y es un
refugio de paz y consuelo para sus pobladores y un destino turístico digno de
visitar y admirar.
Todos
los años, el 23 de mayo, suben hasta el morro muchos peregrinos a rendir
tributo a la Virgen Auxiliadora. Este año la fiesta va a ser sin genial, vendrá
mucha más gente que otras veces, pues la peregrinación es en sábado.
El
ascenso por el camino de la montaña se hace cada vez más empinado y
serpenteante, pero de una belleza extraordinaria, está todo cubierto de niebla.
Un
hombre bastante mayor con su tono de voz de campesino santandereano nos cuenta algunas
historias que nos dejan la piel de gallina. O, como dice alguien, “me ericé”.
La
torre de la iglesia, pintada ahora de azul se ve muy bella iluminada por el sol,
me inspiró a tomarle fotos.
Cuando
los padres salesianos construyeron la iglesia en 1915, en la base de la torre
quedó una saliente, una piedra. En el lugar se reunían los enfermos para
comentar, en medio de su dolor, los sucesos que les acontecían, “esa es la
piedra de los aburridos”
En
la piedra de los aburridos, se cuentan historias vividas aquí en Contratación,
un pueblo que se formó con el temor de la sociedad a la enfermedad de la lepra.
En
la actualidad el puente esta sin tablas, solo queda su esqueleto. Metales oxidados
y cables que los tensan resistiéndose al tiempo para no dejar que lo olviden
como a muchos allí. Pues el rio Suarez embravecido debajo de el está, esperando
que caiga para destrozarlo contra las piedras sin ninguna consideración como a
muchos otros que a sus profundidades cayeron en medio de su dolor y sufrimiento
por el olvido y abandono de un mundo cruel e ignorante, que aun no entiende que
el bacilo de Hansen se puede curar.
"El
puente de los suspiros".
Al
otro lado del río
se
quedaron mis amores,
mi
padre y mis hermanos
solo
me quedan recuerdos y dolores.
Ahora
hay un puente nuevo, dejando relegado al “Puente de los Suspiros” al lado
izquierdo.
JoseFercho ZamPer
Caminante,
poeta y soñador.
Mayo
27 de 2024
Muy bueno el relato, me transporto al pasado y me trajo bellos recuerdos de mi tía, La Melorica como le decía mi madre.
ResponderBorrarJosé
ResponderBorrarBuen relato acomodado a cuento sobre un episodio familiar de mediados del siglo pasado con caminata a bordo.
Desconocía qué Contratación hubiera sido un pueblo de enfermos de lepra, y no conozco hasta cuándo lo fue y porque razón dejó de serlo.
Te felicito amigo José por darnos lecciones de geografía a través de tus caminatas.
Una buena noche te deseo y un feliz amanecer !!!
Aun sigue siendo un pueblo de enfermos...
ResponderBorrarSon Historias que no debemos olvidar, debemos hacerlas públicas para que las generaciones de hoy conozcan lo que fue el trato de esclavitud y olvido a nuestros ancestros, después del “ descubrimiento de estos pueblos” que nos trajeron y nos dejaron impregnado el odio el rencor y la maldad.
ResponderBorrarFelicitaciones por aún recordar y hacer público estas historias.
Un relato bien estipulado con letras de historia y aventuras durante la caminata que nos inspiran cada uno de los acontecimientos vividos en nuestro diario vivir.Atte Jairo Enrique Cabuya Reyes de Guapotá Santander
ResponderBorrarGracias amigos por leer y comentar, eso es genial.
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