lunes, 25 de abril de 2022

Mi filosofía al caminar.

 Es “observar para pensar”.



En el transcurso de mis años, he deambulado sin rumbo por todos lados. Deambular sin rumbo es para mí, la forma de pensar con mejor claridad, el único problema es que a veces me pierdo.

Mis sentidos, sobre todo el de pensar, se ha agudizado un poco más cuando salgo a caminar. Mi cerebro se configura mejor cuando observa la naturaleza viva, de tal forma que, arma sus diálogos internos e interactúa con las piernas, los ojos y los caminos.

El camino inspira en mí, la parte filósofa del cerebro, estimulando también el lóbulo de escritor que se adormece o se desconecta de mis piernas cuando pasan varios días sin hallar el camino de ida a ninguna parte, tanto como el de venida de ese lugar desconocido a donde me llevaron las huellas dejadas por los pies de otros caminantes.

Muchas veces mis pasos solitarios me han llevado a lugares surrealistas que inspiran paseos espectaculares por montañas o por valles, en busca de cascadas o lugares donde podamos liberar las tenciones adquiridas en las ciudades.

Un casi pariente me dijo: “es posible que caminar sea el impulso más humano en busca de libertad a nuestro libre pensar”, pero, “la lentitud de los pasos de muchos al caminar, congelan mi manera de reflexionar”

Desde antes de nacer, ya caminaba por la vida; pues mi madre mantuvo la senda abierta desde sus primeros días en esta vida, como ella decía: “Se pasó toda la vida caminando de arriba abajo con el bulto al hombro y sin descanso”.

Caminar es para mí, el mejor escape a los atropellos de la modernidad, es disfrutar de la naturaleza y de una buena compañía, aunque camine solo con mi cámara y mi alegría.

Allí en el camino se suscitan cosas maravillosas, el pensamiento se conecta con el silencio y el espacio con el tiempo; los pies se hacen uno con el camino y se entienden de maravilla, a tal punto que se deslizan por entre las piedras y la gravilla sin encontrar oposición alguna;

“Caminar se convierte en toda una abertura a la vida”.

Como poseo un espíritu disidente, el caminar se ha convertido para mí, en un acto de rebeldía a mis propias ironías, solitario y revoltoso en contra de mis propias felonías.

En medio de una vida tan salvaje como la que se vive en las grandes ciudades, “caminar” es el remedio a los hábitos no saludables como lo son “El aburrimiento y la domesticación de las mentes”, que desean lograr las nuevas corrientes o formas de pensar diferentes, esas que se transmiten por medio de “Redes disociales o de comunicación insolentes”.

Caminar es un buen paseo por medio de la naturaleza, donde la mente y el cuerpo se alinean con el medio ambiente. Donde la mayor pasión es absorber la naturaleza por entre los ojos y los poros de todo el cuerpo. Es sumergirse entre los arboles y respirar el oxígeno puro y recién fabricado por sus ramas, es beberse el agua fresca y cristalina de los arroyos que se deslizan por entre las peñas desde la cima hasta las orillas del camino por donde nos movemos lelos, ante semejantes maravillas.

Caminar supone una acción de gran sentido social, porque se centra en los caminantes y su medio ambiente, en su historia y su narrativa cuyos actos cotidianos dan forma a su cultura.

Callejear por las ciudades no es mi mayor pasión, pero cuando voy a una de ellas, mi deseo es recorrer sus calles a pie con el deseo de conocer sus parques y avenidas. Tratando de reconocer esos mundos inventados y empapados de nostalgia y poesía, en buscas de conocer mi forma de estar en el mundo.

Caminando podemos reflexionar sobre la soledad y la compañía, sobre el frio y el calor, Como mera curiosidad o de manera espiritual.

Tantos años pateándome las calles y veredas de mi pueblo, tratando de comprender los actuares de mis paisanos y mi reacción frente a ellos, sin lograr entender casi nada. Más, nada de eso está perdido, casi todo ha sido formación para mi espíritu, he conocido “caminos llenos de fantasmas”, casas tan antiguas como mi pueblo, aunque muchas de ellas se las ha comido el abandono.

También he conocido “lugares sin alma” como lo son todos aquellos “elefantes blancos” u obras inconclusas abandonadas por sus constructores que, generalmente son del estado. Y digo “lugares sin alma” porque no tiene ningún doliente, o alguien que las llore. Como son esas carreteras que no nos llevan a ninguna parte, o esos puentes donde no hay ríos, por donde en verdad “ningún caminante ha dejado huella alguna”.

Caminar es un instinto natural, salvaje, animal, es algo que está relacionado con la independencia o libertad, mientras que pasear es algo mucho más social. Por lo que yo invito a los caminantes es a caminar, mientras que a mis amigas las invito a pasear, con tal de lograr un impacto que provoque una experiencia en cuerpo y el alma.

En el mundo nos encontramos con toda clase de personalidades, pero la “querulante” es muy conocida, y tenemos la mala fortuna de toparnos con ellas. Son personas con tendencia a pleitear de forma constante, a sentirse ofendidas y perjudicadas sin base alguna, buscando y reclamando una idea de justicia que solo existe en su mente. A estas personas tenemos que invitarlas a hacer caminatas de alto nivel, para que dejen en la manigua todo su inconformismo con la vida. Encontrarse con este tipo de personas en casi igual que sufrir una invasión alienígena.

Con el resto de las personalidades podemos actuar de manera casi normal y funcional, quiero decir, podemos ir a caminar o pasear sin muchos contratiempos.

 

Estoy celebrando el placer de caminar y el de pasear…

 

JoseFercho ZamPer

Don José de la montaña