sábado, 15 de enero de 2022

Lágrimas de patria.

 Colombia es un país espectacular, genial, maravilloso, lindo, con muchas opciones para ser mejor. Pero justamente con la pandemia las cosas se han ido desmejorando; aunque siempre ha habido demasiada injustica social.

 Salí a recorrer algunos pueblos de la zona norte y occidental de mi querida Colombia, y me he encontrado con unos pueblos muy hermosos y otros no tanto. En este año tuve la bella oportunidad de ir de paseo con mis hijos y familia, una especie de excursión por parte de la costa norte, por Antioquía y luego a Bogotá.

 Somos unos personajes, no como la gente piensa que somos, somos seres muy distintos dentro de una misma región. Unos amorosos, cómplices, confiados, otros muy jodidos, pelietas y hasta amargados.

 Somos el fruto de mamá, de cómo era con nosotros y cómo nos formaron en medio de la sociedad, todo esto conforme al medio donde nacimos y fuimos formados. Nuestras madres son quienes unen a la familia, con su alegre sabiduría, eso sí, con algo de melodrama.

 Es de comprender que cuando se tienen varios años encima, estas travesías se hacen un tanto pesadas, viajar en un vehículo durante 4 o 5 horas seguidas cansa, y si las vías no ayudan, peor aún. La biología, la física y las matemáticas no fallan.

 Estuvimos un tanto perdidos, estos pueblos son un tanto difíciles de encontrar, el cañón del Chicamocha me devora en sudores, el fuego está en sus cielos que ha desnudado sus virginales montes, mutilados por los vientos en todas sus entrañas. De su vientre fluye el agua que refresca y da vida a su agreste paisaje.

                              


 Por las palabras y el sudor de muchos se formó allí una fábrica de dinero la cual solo fluye en un sentido, en el de sus dueños.

 Los gritos de mi más profunda decepción.

 El clima y la peste los han llevado a la muerte, robándoles el tesoro del alma, padeciendo de lo que todavía ha de causar mucha más destrucción; el hambre.

 Desde las alturas podemos observar las entrañas de un vacío escalofriante, que abre sus fauces a los viajantes.

 No son solo los males materiales los que causan dolor sino algo más terrible que el resto la pérdida de sus almas,

 Desde hace siglos, el coraje de sus habitantes es mayor que su ruina, la preocupación inicia con el verano que acaba con la moral en desgracia. El sufrimiento acaba con el espíritu de los materialistas, no solo con sus casas, también con sus cuerpos y sus vidas.

 Debemos elevar no solo un llanto sino también un canto, la mejor forma de expresar la irracionalidad del ser humano sin acabarlo.

 El ser humano no puede ver a Dios sin pagar el precio, no se puede ver la gloria sin cruzar el desierto. Todo lo bueno tiene un alto precio, pero vale nuestro esfuerzo.

 La experiencia nos enseña que la mejor manera de vivir la vida es con un gran sentido del humor y algo de cinismo.

 Cada que lloro me limpio la cara y veo que la gente no cree en la sinceridad de las personas, pues existe la mala costumbre de mentir, engañar y manipular a los demas.

 Basta recorrer el país en vehículo para darse cuenta de la enorme pobreza que hay, mientras otros ríen a carcajadas y se echan en sus bolsillos el dolor y las lágrimas de quienes trabajan, llevándolos a expresar su frustración de manera violenta contra otros ciudadanos.  

 Me desveló el trasiego de unos pasos caminando en silencio hacia la casa, desperté con un murmullo cercano. Gente orando a una hora poco habitual. Entonces recordé que era el día de alguna virgen de por allá.

 A las 8 de la mañana la gente ya estaba alborotada por todo el pueblo, carros en grupos numerosos, se reunían para disfrutar de las fiestas. Gentes de coloridos ropajes se esparcen por todos lados y se mueven con gran jubilo.

 El trabajo más duro de todos, el de los campesinos.

 A las primeras horas del día salen los labriegos a su labor de cultivar las tierras, muchas veces en ayunas, aunque lo habitual es desayunar, pero, a veces por estas latitudes no abunda la comida en el campo, debido a las sequias tan intensas. Entonces, las familias sacrifican algunas comidas del día, entre otras cosas. Mientras los turistas comemos con gusto y aun nos chupamos los dedos. Tarde me percato de que, muchos por allí no tienen nada para cocinar en los próximos días.

 Los alimentos se han triplicado en su precio, además, el verano hace muy difícil producirlos, el clima esta más seco que en otros tiempos, la temperatura se encuentra en su mayoría por encima de los 30 grados centígrados, donde el aire permanece caliente y la superficie de la tierra esta polvorienta en general. Por estos lares el agua dulce es bastante escasa, pero sobreabunda el agua salada.

 Después, al atardecer volvemos a las andadas; disfrutar de la playa, la piscina, una que otra bebida alcohólica, y unos cuantos bocados de la parrilla bastante grasa.

 Por los caminos invisibles del desierto.

 Un sábado andaba vagabundeando por el desierto, un poco raro, me sentía abandonado en medio de la nada.

 Finalmente, tras muchos «apaños» sin que ninguno funcionara bien, toco aprender a disfrutar de la aventura.

 Un poco cansados de deambular por la playa al ritmo de las olas, decidimos sentarnos en la playa para ver el atardecer por al menos una hora más. Un tanto desconectado he recorrido los últimos 4 años estas rutas invisibles.

 Detrás de nosotros viajaba siempre la camioneta de la otra familia de aventuras.  

 En un momento nos encontramos a la orilla de la carretera con una llanta pinchada, de repente se escucha el rechinar de las llantas de un par de tractocamiones que frenan con premura, “habíamos quedado un tanto atravesados en la vía”, un conductor se baja y tras un rápido saludo y unas escuetas palabras, se dirige a mí, se me queda mirando y me dice: “a usted lo vi hace unos años en la playa en Cartagena, estaba con su familia escuchando y cantando vallenatos con unos cantantes en la playa”, me paré un tanto nervioso y traté de entablar algún dialogo con él tratando de entender sus palabras; entonces me explicó el asunto y recordé esos días, mientras este hombre nos ayudaba a desvarar el vehículo. No recuerdo haberlo visto antes, pero sus explicaciones me llevaron a revivir esos momentos y a entender que, hay una conexión invisible con la historia de los viajeros del desierto.

 No son solo mis vivencias, son también las de ellos, porque la indignación también se expresa a través de la indiferencia. 

 La desigualdad entre los humanos está a la orden del día en el mundo entero, en cada lugar se manifiesta de forma diferente, y por ello la lucha se afronta de forma distinta.

 Por tanto, no se trata de una comparación entre regiones, por respeto a la gente es solo una opinión, por desgracia, estas dificultades son bastante recurrentes en diferentes zonas del país, especialmente en las rurales.

 Serán solo casualidades de la vida, o, todo pasa por algo.

 Pero hoy con indignación digo que, en este país los valores se han estado perdiendo, por desgracia, la desigualdad es palpable y las diferencias son abismales. La desigualdad es la misma, manifestándose de diferentes formas de lucha.

 Me gusta la música en compañía, me gustan las plazas de los pequeños pueblos, me encantan los atardeceres en la playa, el sol acercándose al horizonte, me gusta compartir esos momentos con mi familia y amigos, tanto como salir a caminar de la mano de una mujer. Sin, duda, queda mucho por hacer.

                                       

"Los rayos del sol te pueden cegar”, sobre todo cuando debes caminar durante días bajo temperaturas tan altas, y en verano, esto les pasa a muchos de quienes viven en tierras costeras, y con trayectos montañosos y escabrosos, donde las ayudas no llegan.

 "Después de todo, la flora y la fauna es el medio ambiente de todos los seres vivos”; como son los cactus, los escorpiones y las víboras, que se camuflan en nuestro medio para morderte si te descuidas; o a muchos simplemente los desaparecen.

Necesitamos dejar atrás la retórica que hemos estado oyendo en este año de pandemia y elecciones, para hacer algo real y útil por la Colombia abandonada a lado y lado de las vías por donde nos movemos cada día.

 Eso es lo que mas vi durante el viaje, casas medio construidas, carreteras semi pavimentadas, casi destruidas, personas en todos los lugares y tiempos pidiendo una ayuda para comer, para llevarle algo a su familia, tanto aquí como en otros lugares. Igual en Santander, en la costa, en Antioquia, en Bogotá como en Boyacá; la indiferencia y la desigualdad parece ser el común denominador en nuestro hermoso país.

 ¿Que si disfruté? Me preguntas tú, Claro que sí, pues he aprendido a ser feliz pece a las dificultades de la vida, pues, yo mismo he aprendido a comer como a aguantar, a reír como a llorar, y a ser feliz con lo que hay. De lo contrario y estaría al otro lado, en el Sheol.

 Que el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo… él mismo nos perfeccione, afirme, fortalezca y establezca en este mundo de los vivos, para así no padecer en el de los muertos. Amen.


Un hombre solo no tiene motivos para luchar, solo para sobrevivir...

 

Socorro, Santander, Colombia.

Enero 15 de 2022

JoseFercho ZamPer