Dos
días antes de la pajareada internacional, me llamó un amigo para invitarme al
monte, disque a observar pájaros.
La
observación de aves es una celebración del espíritu para un caminante como yo,
que la esperanza de un país natural, verde y protegido, me mueve a caminarlo.
Recorrer a pie los humedales del
Parque Natural para observar especies de aves diferentes es algo maravilloso
como tenebroso.
Escuchar los silbos y tratar de
seguir con la mirada el inquieto vuelo de las aves en medio de matorrales
espesos, son algunas de las posibilidades que un Parque Natural nos puede
brindar.
Como
me suele a pasar, terminé la semana caminando en medio de la naturaleza, desde
el jueves salimos para las montañas de la serranía de los Yariguíes, en Galán
Santander.
Al
llegar a Galán nos bajamos de la flota y dimos una vuelta al pueblo, tomé unas
fotos para el álbum de las catedrales, además de recoger al baquiano, quien nos
guiaría a la aventura pajarera, al rato continuamos unos 4 Km adelante, nos
bajamos de la buseta donde viajábamos, y emprendimos la caminata loma arriba, otros
4 km.
Nos
cogió la noche antes de llegar a la cima del monte donde dormiríamos,
encendimos las linternas y celulares para iluminar el sendero, caminamos y
seguimos caminando sin llegar, pues varios de los caminantes de ciudad se
fatigaban muy rápido y nos demoraban el caminar, cerca de la 8 de la noche
llegamos a una casa perdida en la montaña, pero muy acogedora. Allí nos
esperaba una pareja de anfitriones, con una ollada de tinto en fogón de llena, toda
una delicia.
Esa
noche después de cenar, hicimos fogata y nos sentamos alrededor de ella a
charlar sobre aves y, sobre el siguiente día, un biólogo venido de Bogotá nos
explicaba muchas de las actividades por hacer, y los objetivos de ella. Ahí nos
enteramos de que en Santander había unas dieciséis rutas de observación de aves.
Nos
levantamos a las 3:30 a.m. y después de un delicioso tinto y un envuelto,
salimos al monte a las 4:15; el grupo era de quince pajareros más el guía. Caminamos
por entre senderos llenos de maleza, en medio de la luz de las linternas, durante
una hora. Escuchamos ruidos y murmullos de agua y aves, que nos ponían la piel
de gallina; además de los peligros de un camino desconocido para todos excepto
para el guía.
Por
encima nuestro revolotearon varios seres alados sin dejarse ver, la pajareada
se vuelve un tanto acuática, pues el agua abunda en estas hermosas montañas. Escuchamos
muchas aves cantar antes de pillarlas con los binoculares, pudimos grabar sus
hermosos silbidos, pero la cámara se quedó un tanto triste.
Alrededor
de las 8 am, retomamos el camino de vuelta en busca de un suculento desayuno, cerca
de casa, el canto de unas aves me animó a volver al monte, donde pude capturar
con mi cámara unas cuantas aves, mientras la cocinera atendía a los hambrientos
pajareros.
Tiempo
después salimos de vuelta a encontrarnos con el vehículo que nos retornaría al
pueblo, un descenso bastante abrupto, pero como caminante estoy acostumbrado,
por lo cual junto con dos compañeros bajamos primero hasta el pueblo.
Días
después me enteré de que Colombia volvió al podio como campeón mundial en
avistamiento de aves 2019, por lo que he quedado más que feliz, ya que pude contribuir
con unos cuantos pájaros atrapados por mi lente.
Gracias
a Dios por haber bendecido a Colombia con tal variedad de aves y demás fauna y
flora silvestre, también a mis compañeros de CAMINEMOS, a la policía de turismo del
Socorro Santander, y a los demás participantes de esta maravillosa expedición.
Nos
volveremos a ver en próximas pajareadas.
Bendiciones…
JoseFercho ZamPer.