Colombia es
un país espectacular, genial, maravilloso, lindo, con muchas opciones para ser
mejor. Pero justamente con la pandemia las cosas se han ido desmejorando;
aunque siempre ha habido demasiada injustica social.
Salí a
recorrer algunos pueblos de la zona norte y occidental de mi querida Colombia, y
me he encontrado con unos pueblos muy hermosos y otros no tanto. En este año
tuve la bella oportunidad de ir de paseo con mis hijos y familia, una especie
de excursión por parte de la costa norte, por Antioquía y luego a Bogotá.
Somos unos personajes,
no como la gente piensa que somos, somos seres muy distintos dentro de una
misma región. Unos amorosos, cómplices, confiados, otros muy jodidos, pelietas
y hasta amargados.
Somos el
fruto de mamá, de cómo era con nosotros y cómo nos formaron en medio de la
sociedad, todo esto conforme al medio donde nacimos y fuimos formados. Nuestras
madres son quienes unen a la familia, con su alegre sabiduría, eso sí, con algo
de melodrama.
Es de
comprender que cuando se tienen varios años encima, estas travesías se hacen un
tanto pesadas, viajar en un vehículo durante 4 o 5 horas seguidas cansa, y si
las vías no ayudan, peor aún. La biología, la física y las matemáticas no
fallan.
Estuvimos un
tanto perdidos, estos pueblos son un tanto difíciles de encontrar, el cañón del
Chicamocha me devora en sudores, el fuego está en sus cielos que ha desnudado
sus virginales montes, mutilados por los vientos en todas sus entrañas. De su
vientre fluye el agua que refresca y da vida a su agreste paisaje.
Por las palabras
y el sudor de muchos se formó allí una fábrica de dinero la cual solo fluye en
un sentido, en el de sus dueños. Los gritos
de mi más profunda decepción.
El clima y
la peste los han llevado a la muerte, robándoles el tesoro del alma, padeciendo
de lo que todavía ha de causar mucha más destrucción; el hambre.
Desde las
alturas podemos observar las entrañas de un vacío escalofriante, que abre sus
fauces a los viajantes.
No son solo
los males materiales los que causan dolor sino algo más terrible que el resto la
pérdida de sus almas,
Desde hace
siglos, el coraje de sus habitantes es mayor que su ruina, la preocupación inicia
con el verano que acaba con la moral en desgracia. El sufrimiento acaba con el
espíritu de los materialistas, no solo con sus casas, también con sus cuerpos y
sus vidas.
Debemos elevar
no solo un llanto sino también un canto, la mejor forma de expresar la
irracionalidad del ser humano sin acabarlo.
El ser
humano no puede ver a Dios sin pagar el precio, no se puede ver la gloria sin
cruzar el desierto. Todo lo bueno tiene un alto precio, pero vale nuestro
esfuerzo.
La
experiencia nos enseña que la mejor manera de vivir la vida es con un gran
sentido del humor y algo de cinismo.
Cada que
lloro me limpio la cara y veo que la gente no cree en la sinceridad de las personas,
pues existe la mala costumbre de mentir, engañar y manipular a los demas.
Basta recorrer
el país en vehículo para darse cuenta de la enorme pobreza que hay, mientras
otros ríen a carcajadas y se echan en sus bolsillos el dolor y las lágrimas de
quienes trabajan, llevándolos a expresar su frustración de manera violenta
contra otros ciudadanos.
Me desveló
el trasiego de unos pasos caminando en silencio hacia la casa, desperté con un
murmullo cercano. Gente orando a una hora poco habitual. Entonces recordé que
era el día de alguna virgen de por allá.
A las 8 de
la mañana la gente ya estaba alborotada por todo el pueblo, carros en grupos
numerosos, se reunían para disfrutar de las fiestas. Gentes de coloridos
ropajes se esparcen por todos lados y se mueven con gran jubilo.
El trabajo
más duro de todos, el de los campesinos.
A las
primeras horas del día salen los labriegos a su labor de cultivar las tierras, muchas
veces en ayunas, aunque lo habitual es desayunar, pero, a veces por estas
latitudes no abunda la comida en el campo, debido a las sequias tan intensas. Entonces,
las familias sacrifican algunas comidas del día, entre otras cosas. Mientras
los turistas comemos con gusto y aun nos chupamos los dedos. Tarde me percato
de que, muchos por allí no tienen nada para cocinar en los próximos días.
Los alimentos
se han triplicado en su precio, además, el verano hace muy difícil producirlos,
el clima esta más seco que en otros tiempos, la temperatura se encuentra en su
mayoría por encima de los 30 grados centígrados, donde el aire permanece
caliente y la superficie de la tierra esta polvorienta en general. Por estos
lares el agua dulce es bastante escasa, pero sobreabunda el agua salada.
Después, al
atardecer volvemos a las andadas; disfrutar de la playa, la piscina, una que
otra bebida alcohólica, y unos cuantos bocados de la parrilla bastante grasa.
Por los
caminos invisibles del desierto.
Un sábado
andaba vagabundeando por el desierto, un poco raro, me sentía abandonado en medio
de la nada.
Finalmente,
tras muchos «apaños» sin que ninguno funcionara bien, toco aprender a disfrutar
de la aventura.
Un poco
cansados de deambular por la playa al ritmo de las olas, decidimos sentarnos en
la playa para ver el atardecer por al menos una hora más. Un tanto desconectado
he recorrido los últimos 4 años estas rutas invisibles.
Detrás de nosotros
viajaba siempre la camioneta de la otra familia de aventuras.
En un
momento nos encontramos a la orilla de la carretera con una llanta pinchada, de
repente se escucha el rechinar de las llantas de un par de tractocamiones que
frenan con premura, “habíamos quedado un tanto atravesados en la vía”, un
conductor se baja y tras un rápido saludo y unas escuetas palabras, se dirige a
mí, se me queda mirando y me dice: “a usted lo vi hace unos años en la playa en
Cartagena, estaba con su familia escuchando y cantando vallenatos con unos
cantantes en la playa”, me paré un tanto nervioso y traté de entablar algún
dialogo con él tratando de entender sus palabras; entonces me explicó el asunto
y recordé esos días, mientras este hombre nos ayudaba a desvarar el vehículo. No
recuerdo haberlo visto antes, pero sus explicaciones me llevaron a revivir esos
momentos y a entender que, hay una conexión invisible con la historia de los
viajeros del desierto.
No son solo mis
vivencias, son también las de ellos, porque la indignación también se expresa a
través de la indiferencia.
La
desigualdad entre los humanos está a la orden del día en el mundo entero, en
cada lugar se manifiesta de forma diferente, y por ello la lucha se afronta de
forma distinta.
Por tanto,
no se trata de una comparación entre regiones, por respeto a la gente es solo
una opinión, por desgracia, estas dificultades son bastante recurrentes en
diferentes zonas del país, especialmente en las rurales.
Serán solo
casualidades de la vida, o, todo pasa por algo.
Pero hoy con
indignación digo que, en este país los valores se han estado perdiendo, por
desgracia, la desigualdad es palpable y las diferencias son abismales. La desigualdad
es la misma, manifestándose de diferentes formas de lucha.
Me gusta la
música en compañía, me gustan las plazas de los pequeños pueblos, me encantan
los atardeceres en la playa, el sol acercándose al horizonte, me gusta
compartir esos momentos con mi familia y amigos, tanto como salir a caminar de
la mano de una mujer. Sin, duda, queda mucho por hacer.
"Los
rayos del sol te pueden cegar”, sobre todo cuando debes caminar durante días
bajo temperaturas tan altas, y en verano, esto les pasa a muchos de quienes viven
en tierras costeras, y con trayectos montañosos y escabrosos, donde las ayudas no
llegan.
"Después
de todo, la flora y la fauna es el medio ambiente de todos los seres vivos”;
como son los cactus, los escorpiones y las víboras, que se camuflan en nuestro
medio para morderte si te descuidas; o a muchos simplemente los desaparecen.
Necesitamos dejar
atrás la retórica que hemos estado oyendo en este año de pandemia y elecciones,
para hacer algo real y útil por la Colombia abandonada a lado y lado de las
vías por donde nos movemos cada día.
Eso es lo
que mas vi durante el viaje, casas medio construidas, carreteras semi
pavimentadas, casi destruidas, personas en todos los lugares y tiempos pidiendo
una ayuda para comer, para llevarle algo a su familia, tanto aquí como en otros
lugares. Igual en Santander, en la costa, en Antioquia, en Bogotá como en
Boyacá; la indiferencia y la desigualdad parece ser el común denominador en nuestro
hermoso país.
¿Que si
disfruté? Me preguntas tú, Claro que sí, pues he aprendido a ser feliz pece a las
dificultades de la vida, pues, yo mismo he aprendido a comer como a aguantar, a
reír como a llorar, y a ser feliz con lo que hay. De lo contrario y estaría al
otro lado, en el Sheol.
Que el Dios
de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo… él mismo nos
perfeccione, afirme, fortalezca y establezca en este mundo de los vivos, para
así no padecer en el de los muertos. Amen.
Un hombre solo no tiene motivos para luchar, solo para sobrevivir...
Socorro,
Santander, Colombia.
Enero 15 de
2022
JoseFercho ZamPer